Hay algo que llevo tiempo viendo y cada vez me chirría más: marcas chinas sin ninguna historia en competición ni en performance, que se empeñan en adueñarse de la historia de los demás. Invitan a periodistas y creadores de contenido a rutas “épicas” por escenarios míticos del motor, como si por llevar un coche/SUV con 500CV ya pudieran heredar, por arte de magia, un ADN de competición que no tienen y por su puesto que no son capaces de dar la cara en un circuito.

Miami huele a gasolina (y a libertad) No sé si alguna vez habéis olido un coche de carreras recién abierto. Yo sí. Y creedme: es un olor que no se olvida. Eso me pasó en Champion Porsche, el concesionario más grande de Estados Unidos, donde tuve delante una de las 77 unidades del Porsche GT3 R Rennsport . Abrirlo, olerlo, sentirlo. Pura magia. Algo impensable en España, donde parece que los coches se reservan solo para sesiones de fotos con modelos que ni saben arrancarlos. C

He ido perdiendo feeling con Lamborghini. No es que la marca haya cambiado, es que lo que la rodea apesta. Hoy ves un Lambo y ya sabes quién va dentro: el vendehumos de turno con su curso milagro de “hazte rico en dos semanas”, o el hijo de papá recién licenciado gastándose la herencia familiar. Y claro, uniforme obligatorio: pitillo apretado, camiseta Balenciaga (si es la edición con Lamborghini, mejor, que mejor) y unas Yeezy que parecen sacadas del catálogo de AliExpress p

Lo de los nuevos personajes del motor vestidos con chaqueta americana, camiseta y pantalón pitillo refleja lo jodido que está el mundo del motor en 🇪🇸.